viernes, 10 de octubre de 2008

Salvador Távora


"no hay vida por un lado y teatro por otro, ambas cosas van unidas". Salvador Távora


Nació en Sevilla, y se crió en un barrio popular, el Cerro del Águila, en medio de las dificultades económicas y culturales que siguieron a la Guerra Civil española.

Hizo estudios primarios en la escuela pública de su barrio, y a los catorce años ingresa como aprendiz en los talleres mecánicos de una fábrica de tejidos, en la que aprende y ejercita el oficio de soldador eléctrico, al tiempo que amplía sus estudios en las clases nocturnas impartidas en la misma fábrica.

Como los demás niños del Cerro se impregna de la vida del barrio, familiarizándose con los cantes por soleá de "El Papero", y los fandangos comprometidos de "El Bizco de Amate", un universo de tonalidades que formalizarán más tarde su concepto del flamenco y de su función social.

Satisface su afición al toreo saltando por las noches las tapias del matadero municipal, y, apadrinado por Rafael Gómez "El Gallo", Távora adquiere cierto prestigio como matador de novillos, en particular en las plazas de Toros de Ubrique, Utrera, y la Maestranza sevillana.

En esa época vive experiencias de comunión entre el riesgo y el arte que, más tarde se reflejarán con claridad en su perspectiva teatral. Formaba parte, como sobresaliente, en la cuadrilla del rejoneador Salvador Guardiola.

Al producirse la muerte de este en la plaza de toros de Palma de Mallorca el 21 de Agosto de 1960, y tras dar muerte al toro causante de la tragedia, Távora termina definitivamente, ese día, su vida taurina.


En el campo del lenguaje teatral, Salvador Távora ha introducido, paulatinamente, en los escenarios, con singular precisión, al igual que en un ya lejano día lo hizo con los cantes y bailes de Andalucía, el valor poético de las máquinas, de las herramientas, de las frases visuales del color, de la sorpresa y la belleza de los animales, de la armonía del ritmo en los objetos, de la simetría o geometría poética, y una buena parte del universo sonoro y dramático del andaluz, como los pasodobles, las marchas procesionales, las corales populares, el olor de sus rituales, el riesgo o estremecimiento de las corridas de toros, etc.; todo con la voluntad de dar noticias de la identidad sería de su tierra en particular, y de la sensibilidad de todos los hombres y de todos los pueblos en general

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